Estado de excepción y represión en Nepal frente a una importante ofensiva de los guerrilleros maoístas

 

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Las detenciones, torturas y desapariciones son moneda corriente en el cada vez más militarizado reino nepalí. Militares y policías de Nepal prosiguen con su campaña represiva intentando contrarrestar la influencia de la guerrilla maoísta del Partido Comunista de Nepal sobre población campesina. En los dos últimos años han sido asesinadas más de mil personas y otras dos mil fueron impunemente detenidas y torturadas por efectivos del Ejército del primer ministro Krishna Praad Bhattarai y el rey Birendra. Los crímenes han sido silenciados por la prensa internacional.

Nepal no son sólo las bellezas del Himalaya, el monte Everest, los sherpas y los paisajes bucólicos, sino que en esa misma geografía que tiene a Katmandú como ciudad de eterno peregrinaje se desarrolla uno de los conflictos bélicos más sangrientos y mejor ocultados del mundo. Desde 1996 en que el Partido Comunista del Nepal PCN (M), liderado por el «camarada» Prachanda decidió iniciar una nueva fase de la «guerra popular prolongada» para derrotar a la monarquía, el territorio nepalí se convirtió en un bunker militarizado.

Hasta los propios observadores de Amnistía Internacional que visitaron la zona el año pasado reconocieron que las fuerzas represivas del gobierno del Partido del Congreso están practicando verdaderas matanzas y abuso de poder sobre la población civil de la región occidental del país, donde la guerrilla se ha hecho fuerte.

Torturas

Testimonios de campesinos que han logrado huir de las zonas rastrilladas por la policía y los militares señalan que desde los primeros meses del 2000 los uniformados intentan doblegar el apoyo de la población al PCN (M) en Rolpa, Rukum, Gorkha, Sindhull y Kabre.

Cientos de detenidos han denunciado cómo sus captores les aplican torturas como la falanga -golpes en la planta de los pies y en las nalgas-, azotes con una caña de bambú en distintas partes del cuerpo o sumergimiento constante en aguas con excrementos.

Se da el caso de un grupo de mujeres de la zona de Bardiya, acusadas de pertenecer a la guerrilla, a quienes las golpearon hasta destrozarles las plantas de los pies y luego las sometieron a la belana, que consiste en hacer rodar una pesada caña de bambú sobre los muslos, para que así delaten a sus compañeros. Otro prisionero, Ganesh Rai, murió a consecuencia de torturas eléctricas y golpes en la comisaría de Hanuman Dhoka.

 

Impunidad para masacrar

En Nepal, más del 72% de la población vive en la miseria y está hastiada del derroche de lujo de la monarquía, la invasión de turistas y la corrupción intermitente de la clase política, por lo que las propuestas de lucha planteadas desde 1996 por los guerrilleros del PCN (M) despertaron simpatías.

Fue entonces cuando la policía y el Ejército lanzaron el «operativo Kilo Sera 2» de persecución y exterminio de la disidencia maoísta. Según denunció Amnistía Internacional, más de doscientas personas fueron ejecutadas en la primera fase de la operación Otras tantas cayeron en presuntos «enfrentamientos» o «intentos de fuga».

Actualmente el país vive un auténtico estado de excepción y no hay un día sin que se registren acciones guerrilleras y operaciones de castigo policial.

 

Émulos de Sendero Luminoso

Imbuidos de una fuerte ideología que definen como marxísmo-lenínismo-maoísmo, los miles de combatientes que el PCN (M) posee en Nepal aspiran a liberar las zonas de Rolpa, Rukum, Jarjarkot y Salyan para construir la República Popular de Nepal y avanzar hacia el resto del país. Los maoístas-que reconocen tener relaciones con los peruanos de Sendero Luminoso, y sus pares hindúes de Andar Pradesh-tienen gran influencia sobre 22 de los 75 distritos del país y ejercen el control casi absoluto en cinco de ellos.

En los últimos cuatro meses, los guerrilleros han lanzado una gran ofensiva, realizando atentados dinamiteros contra policías en Kalikot y Duwakot (a 70 kms de Katmandú) e incendiaron también grandes almacenes de tabaco y la factoría de Colgate-Palmolive en Hetauda, ajusticiaron a otros cuatro uniformados en Sindhupalchock y a un dirigente del partido oficial en Anikot.

El PCN (M) reivindica el papel que juegan las mujeres en sus filas y es por ello que muchas campesinas se han enrolado en la guerrilla.

 

«Ardi Beltza»